Cuántas de ganas de mi Gonzales Chaves.

Escrito por Hugo Gariglio y Greta Lapistoy
Publicado el día 30/10/20 | IMG: Greta Lapistoy

Los médicos utilizaron la palabra Coronavirus para hablar de esta enfermad que llegó para quedarse. El nombre al principio hasta nos pareció simpático. Reflexiones y poemas circularon por las redes sociales, al comienzo del otoño, que poetizaban un poco ese momento de dolor e incertidumbre que parecía un cachetazo a nuestra soberbia humana.
Pero los meses pasaron y ese “supuesto” cachetazo que nos daba la naturaleza para que aprendamos a cuidarla empezaba a ser una piña diaria. Y ese sabio invisible que venía a darnos un aprendizaje y que al inicio nos daba una bofeteada, de esas a las que un personaje de una famosa serie argentina denominaría “correctivo”, con el transcurrir de los días se fue convirtiendo en un golpeador serial. Sí, de esos que pegan y juran que al día siguiente no lo harán más. Y nosotros decidimos creerle, porque los seres humanos creemos en lo que necesitamos.
Así fue como se nos pasó el otoño y el invierno esperando que al día siguiente se dé cuenta que ya eran suficientes golpes, porque cada abrazo que no le dábamos a un hijo o una hija era un revés en el estomago, cada familiar que partía para no volver y ni siquiera podíamos cumplir con el ritual de su despedida era un golpe al corazón, cada abuela o abuelo que no podíamos abrazar era una patada en el pecho.
Y así fue que tantos chavenses, al igual que otras personas de los municipios del interior, se quedaron sin poder visitar a sus familias y a los amigos que se habían quedado en el pueblo; porque aunque son de ahí y nunca lo dejarán de ser en sus D.N.I. figura otra dirección. A muchos los alejó el trabajo de sus orígenes, a otros los estudios universitarios, a algunos un gran amor, pero para todos ellos la distancia no era tanta porque todos los meses se volvía a Gonzales Chaves. Siempre alguno conoce a otro que sabe que alguien viaja para nuestro lado y aunque no se tenga dinero se llega de alguna manera para estar cerca de los afectos. Pero ahora nadie podía llevarte, porque nadie podía viajar. Y ahí estaban los pueblos “chiquitos” sintiéndose “grandes”, ya que las ciudades “grandes” estaban tan cerradas que parecían “chiquitas”. Ahí estaban los del interior seguros que estaban a salvo, porque “acá nos conocemos todos”, y parecía que ser una familia grande les daba inmunidad. Pero también estaba ahí el COVID 19 acechando a muchos o pocos kilómetros, hasta que logró meterse en el cuerpo de alguno de esos que todos conocemos y nos estampó la cara contra la pared porque desde lejos nos da más miedo que un familiar se nos enferme, nos da impotencia.
¿Y cuántos chavenses hace seis meses que esperan volver a su ciudad natal, a abrazar a sus seres queridos, a caminar por las veredas de su infancia? ¿Cuántos extrañamos sentarnos en la puerta de nuestra antigua, pero aún nuestra casa, y leer “EL NUEVO HERALDO” para actualizarnos de lo que pasa en nuestro querido Chaves? ¿Cuántos extrañamos caminar por la plaza y escuchar las campanadas de la iglesia Inmaculada Concepción? ¿Cuántos nos quedamos con ganas de parar en “La Chavense” a comprar pizzelas y dulce de leche para llevarles a nuestros amigos de la ciudad? ¿Cuántos nuevos nietos, bisnietos, nueras, yernos juntan ganas de ir por primera vez a Chaves? Cuántas cosas extrañamos de nuestro Adolfo Gonzales Chaves… ¿Quién podía imaginar lo que está sucediendo? Ni Adolfo Rubén Gorosito, con tantas noticias escritas, hubiese creído que un titular podía contener la palabra pandemia.
Nos deconstruimos como dicen los adolescentes. Grandes, jóvenes y niños tuvimos que aprender algo nuevo, porque como decía Einstein: “Todos somos ignorantes. Lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas”. Como cuando vinimos juntos a despedir a Don Hugo Edmundo Gariglio y Greta no entendía porque pasábamos con el coche fúnebre por el Huracán Ciclista Club. ¿Por qué no entierran los domingos? ¿Qué colectivo los deja en el cementerio? Preguntaba sorprendida, entendiendo que yo luego de décadas no podía aprenderme las diagonales porque soy de Gonzales Chaves y ella no podía aprender nuestras costumbres porque es de La Plata. Al final entendimos que nosotros sabíamos mucho cada uno de su ciudad pero poco de las otras; porque donde uno nace no se olvida nunca, se lleva en la sangre.
Esta será una más de las miles de historias que pasaron por las páginas de El Nuevo Heraldo; brindamos por un siglo más de dejar huellas de nuestra historia en cada una de sus hojas. Felices 100 años!!!

Hugo Gariglio y Greta Lapistoy

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